ORIGEN DE LOS APELLIDOS
En la antiguedad, los apellidos correspondían al lugar de origen de la persona, su oficio o bien a características físicas distintivas.
Los nombres y apellidos nos ayudan a identificarnos y diferenciarnos del resto. En el caso de los apellidos, muchos lo consideran un legado que nos dejan nuestros padres y por el cual estamos obligados a honrarlos, ya que representa a toda una familia. Sin embargo, hubo una época en la que no existían y tan solo bastaba con tener un nombre.
Los seres humanos estaban organizados en pequeñas aldeas, por lo que se conocían unos con otros y no era necesario ofrecer más que un nombre para referirse a alguien. En la Edad Media comenzaron a formarse ciudades más grandes y feudos con poblaciones numerosas, por lo que se hizo necesario diferenciar mejor a las personas, momento en el que aparecen los apellidos.
En un inicio, correspondían al lugar de origen de la persona, su oficio o bien a características físicas distintivas. En el caso de los nobles, estos adoptaban el apellido de su dinastía o podían quedarse con el de algún territorio conquistado, como forma de mostrar dominación. Cuando el uso de apellidos se hizo más común y las diferentes culturas se mezclaron, muchos apellidos fueron traducidos de un idioma a otro o sufrieron
pequeñas modificaciones para hacerles parecer originarios de otro lugar y no sufrir discriminación.
A lo largo de la historia muchos genealogistas han caído en la tentación de proponer que una familia procedía de otra con el mismo apellido porque ello daría más prestigio al árbol genealógico, sin tener plena certeza documental. Otras veces se han negado categoricamente parentescos simplemente porque esa otra familia homónima era «inapropiada» según los criterios sociales vigentes.
Quien nos iba a decir que estas cuestiones pasarían de la especulación a la certeza en el siglo XXI de la mano de los genetistas. Es que, como ya sabemos, el cromosoma Y que define el género, se transmite de varón a varón, por lo que sigue el mismo patrón que el uso de los apellidos. Partiendo de esta coincidencia, están surgiendo estudios científicos en España con el objetivo de determinar si genéticamente los hombres que se apellidan igual poseen cromosomas
Un tipo de apellidos son los que hacen alusión a un nombre. Si un hombre se llamaba Juan, su hijo iba a ser conocido por el resto como el hijo de Juan. Como ejemplo podemos tomar el apellido Rodriguez, que significa hijo de Rodrigo.
Otro caso son los que se refieren a una ocupación. Si un hombre se llamaba Carlos y su oficio era la fabricación de zapatos, al tener que adoptar un apellido se usó su ocupación, pasando a ser Carlos Zapatero. Del mismo modo, otros apellidos responden a una característica física que distinguía a la persona que lo adoptó, tal como Blanco, Delgado o Cabello, entre otros tantos.
Un dato llamativo es que los miembros de la familia real británica legalmente no tienen apellido. Actualmente, los nobles ingleses provienen de la casa de Hamburgo, pero al ser demasiado alemán, cambiaron al apellido Windsor. Todos tenemos uno y, si apuramos, varias decenas. Los apellidos de cada persona son en ocasiones más importantes que el nombre de pila, constituyen una responsabilidad que heredamos de nuestros antepasados más lejanos, debemos cuidarlos con mimo para luego pasarlos con delicadeza a la siguiente generación.
Una persona sin nombre puede seguir viviendo. Una persona sin apellido, por otro lado, no pertenece a nadie, no tiene pasado que recordar ni futuro que esperar, no proviene de ningún lugar, deja de existir para ser nada más que un nombre flotando entre las sílabas de la ciudad. Los apellidos, en países como el nuestro, resultan en importantes puntos de apoyo para soñar, y esos sueños siempre deben de estar a la altura del nombre de nuestra familia.
Aunque los apellidos en España (o los reinos cristianos de la península) comenzaron a registrarse a partir del siglo IX, estos fueron cambiantes, no se mantenían de padres a hijos como se hace ahora, sino que iban variando en cada persona en función de su ascendencia, su oficio, su lugar de procedencia… No sería hasta el siglo XVIII que los apellidos comenzaron a consolidarse, invariables, hasta principios del siglo XIX, cuando se promulgó la Ley del Registro Civil y la posesión de un apellido se convirtió en un sinónimo de existir.
Si tu apellido no se aplica a los tipos que se exponen a continuación, lo más probable es que sea uno extranjero.
Apellidos patronímicos
Los primeros apellidos de los que se tiene constancia en España parten del patronímico. Esto es, del nombre del padre. Lo cual significa que si un hombre se llamaba Hernán, su hijo se apellidaría Hernández. Pero si el hijo se llamase Gonzalo, el nieto del primer hombre se apellidaría González. La práctica se descubre a partir de los documentos firmados entre el siglo IX – cuando la alta nobleza comenzó a utilizar patronímicos – y el siglo XI – cuando todas las personas firmaban con patronímicos -, y es habitual que los apellidos más antiguos de España, aunque no formen parte de altas noblezas, tengan su origen en estos métodos primeros.
En los reinos de León, Castilla, Portugal, Navarra y Aragón, se optó por añadir una -z al final del nombre paterno, mientras que los Condados Catalanes se limitaron a transcribir el nombre de pila de los padres en su variante romance (Berenguer, Pons, Dalmau…).
Ejemplos de apellidos patronímicos: Núñez (Nuño), Ramírez (Ramiro), Velázquez (Velasco), Sánchez (Sancho), Ibáñez (Juan), Fernández (Fernando), Álvarez (Álvaro), Jiménez (Jimeno), Pérez (Pedro), Enrique (Enríquez), Gutiérrez (Gutierre), Méndez (Hermenegildo)….
Apellidos toponímicos
El problema principal con los apellidos patronímicos es evidente. Cambiaban con cada generación, volviendo casi imposible rastrear las genealogías llegada la necesidad de hacerlo. Fue necesario buscar apellidos más certeros, que pudiesen determinar de alguna manera con qué tipo de persona se estaba tratando. Al final, esta era la función del apellido. Reconocer si uno era noble o vasallo, aragonés o castellano, guerrero o santo. Comenzaron a utilizarse, en torno al siglo XII, los lugares de origen o señoríos como apellido de las personas.
Una práctica común a lo largo de los siglos siguientes y que puede explicar el origen de un gran número de apellidos actuales. Recomiendo al lector buscar su apellido en Google Maps, puede que se sorprenda. Sin embargo, debido a la tradicional forma de apellido patronímico, sí que fue muy habitual mantener el patronímico y añadirle el lugar de origen utilizando la preposición de (Ortiz de Urbina, López de Lara, Álvarez de Castro, Jiménez de Quesada…).
Ejemplos de apellidos toponímicos: Alesanco, Ojeda, Ocaña, Catalán, Corral, Fresneda, Dávala (De Ávila), Navarro, Salazar, Soto, Torrente, Villanueva, Yuso…
Apellidos por oficio o estatus social
Ya se ha mencionado la importancia del apellido para conocer el estatus social de nuestro interlocutor.
En el mundo actual no importa demasiado si el padre de uno es carnicero, pescador, ganadero, banquero, cajero o abogado, pero en tiempos donde la clase social lo significaba prácticamente todo, en ocasiones la diferencia entre la vida y la muerte, existía un interés verídico por conocer los oficios de terceros. los apellidos patronímicos y toponímicos se les añadieron los apellidos por oficio o estatus social, estos últimos más recientes.
Ejemplos de apellidos por oficio podemos encontrar tantos como empleos existen: Escudero, Criado, Alcalde, Marqués, Soldado, Tejedor, Zapatero, Jurado, Duque, Herrero, Sastre, Labrador, Botero…
Apellidos por mote o circunstancias del nacimiento
¿Recuerdas cuando te llamaban retaco en el colegio, y tú solo esperabas a terminar la escuela para librarte del mote? Ahora imagínate que te lo llamaban con tal insistencia que firmabas como Retaco los documentos del Estado, y tus descendientes tuvieran que cargar con el dichoso insulto durante generaciones y siglos. Esto ocurre con algunos apellidos, originados a partir del mote que se diera al ancestro, aunque no todos eran sobrenombres necesariamente negativos: Cabezón, Calvo, Rojo, Rubio, Seco, Feliz, Bravo, Delgado, Hermoso, Moreno, Nieto, Galán, Leal, Bravo, Bello…
Algo parecido ocurría cuando las personas eran apellidadas en función de las circunstancias de nacimiento, por lo habitual cuando el recién nacido era bastardo o la paternidad era dudosa (aunque no siempre se debía a estas razones). Así podemos encontrar apellidos como Iglesias, Abril, Buendía, Sampedro, Expósito o San Martín.
Un pequeño ejercicio.
Probablemente la investigación más completa hasta la fecha ha sido la liderada por Conrado Martínez Cadenas. En 2016 se publicaban los resultados tras analizar 1.766 muestras de ADN procedentes de hombres de ascendencia española y portadores en total de 37 apellidos diferentes. La elección de estos apellidos se realizó bajo el criterio de que estuvieran representados desde apellidos muy frecuentes hoy en día hasta otros muy escasos.
Los participantes fueron elegidos al azar.
Adicionalmente se recogieron otras 355 muestras totalmente aleatorias para que sirvieran de control y permitieran determinar si los resultados que se obtuvieran de cada apellido eran diferentes al del conjunto de la población.
En realidad fue tanta la diversidad de orígenes hallados entre los apellidos muy frecuentes que en sus participantes se observó toda la diversidad de haplogrupos (grupos genéticos masculinos) que puede haber entre la población española en general. Es decir, compartir un apellido como García, Fernández o Martín no ofrece ninguna probabilidad incrementada de parentesco entre dos personas.
En el otro extremo, los apellidos poco usuales concentraban sus resultados algunos haplogrupos de forma muy acusada.
El resultado fue que, en promedio, las personas emparentadas dentro de cada apellido distaban en promedio 536 años del tronco común. Es una cifra sugerente ya que nos remonta hacia 1500, muy cerca del inicio de los registros parroquiales, considerado como el momento en que los españoles comenzaron a fijar la transmisión de los apellidos por vía paterna. No obstante, desde nuestro punto de vista genealógico, creemos que esta media puede ser engañosa ya que entre las muestras hubo personas que distaban desde 1310 años hasta otros con solo 167 años de separación apreciándose con muchísima variabilidad, lo que no confirmaría que generalizadamente los apellidos se fijaron en un momento concreto de la historia.
Prácticamente en paralelo se publicó otro estudio muy interesante realizado por Neus Solé Morata, entre otros, que pretendía analizar esta misma relación entre apellidos y cromosomas y seleccionando únicamente apellidos del Levante español.
El proyecto los etiquetaba como apellidos «catalanes» debido a que pretendía probar, como objetivo secundario, si estos apellidos se originaron en Cataluña y se habían expandido a Valencia y Baleares.
Se trataba también de una muestra abultada, 2.309 muestras válidas abarcando 50 apellidos diferentes, descartando otras más de doscientas muestras de voluntarios que resultaron ser parientes cercanos de otros participantes en el proyecto.
El resultado principal fue también coincidente con el anterior, los apellidos levantinos más frecuentes presentaban a su vez mayor diversidad de resultados.
Al igual que en el estudio general de apellidos españoles, la distancia de los participantes con antepasados comunes se situaba en promedio en unos 500 años. Lo que no resultó probado fue que la antigüedad máxima de estos apellidos se encontrase en Cataluña.
Además, se detectó también que arrojaban más diversidad dentro de cada apellido entre aquellos volutarios que eran originarios de la mitad norte de Cataluña respecto a los de la mitad sur, Valencia y Mallorca.
Algo que los investigadores atribuyen a la vinculación de los apellidos con las propiedades rurales, por lo que quizás en este área tuvo más incidencia la costumbre de que cuando la herencia materna era significativamente más importante que la paterna el hijo podía adoptar el apellido de la madre, transmitiéndose el apellido pero no el cromosoma. Además se valoró la posibilidad de que entre los considerados apellidos catalanes hubiera descendientes de occitanos que hubieran llegado con apellidos identicos a los catalanes o de que los hubieran catalanizado, nuevamente dando lugar a diferencias de origen bajo un mismo apellido.
Los genetistas intentaron detectar otros patrones que vinculasen el origen de los apellidos con su significado, pero no se pudieron establecer correlaciones claras. Por ejemplo, apellidos como Armengol, Ricart o Gual que proceden de nombres de pila de raíz germánica no mostraron mayor deriva genética hacia el norte de Europa que el resto. Tampoco se constató en apellidos que denotaban supuestos orígenes extranjeros, Alemany, Danés, Guasch (gascón)… una presencia de haplogrupos típicos de estos otros países o de la región. Incluso no se pudo probar una correlación notoria entre apellidos de supuesto origen norteafricano o judío con los cromosomas E identificados como tales.
Por último, un tercer estudio con este enfoque se realizó en 2015 encabezado por Rosario Calderón para determinar la relación entre los apellidos y los cromosomas y tomando muestras únicamente en las provincias de Huelva y Granada.
En este caso se concluyó que prácticamente en todos los casos se apreció una correlación muy baja entre apellido y cromosoma. No obstante hay que señalar que el estudio se basó en 416 muestras correspondientes a 222 apellidos diferentes, por lo que hubo 159 apellidos de los que tan solo se disponía de una persona portadora.
Tan solo 13 apellidos estuvieron representados por 5 o más personas. Probablemente esta gran diversidad motivó que no las conclusiones no fueran tan rotundas como en los otros dos proyectos mencionados.
Ha habido estudios posteriores en diversos países de América, en los que además se añade el interés por identificar tanto las huellas genéticas europeas como el aporte de los nativos americanos y de los africanos llevados al continente en su mayor parte como mano de obra esclava. En el área de Hispanoamérica la cuestión de apellidos y cromosomas masculinos adquiere aún mayor complejidad.
En Grecia, también le dieron a la gente apodos divertidos y luego los convirtieron en datos de pasaporte. Así que hubo iniciales patrimoniales como Amanatidis y Fasulaki. En el primer caso, este es un tipo alegre y, en el segundo, una persona fuerte. Zervas es prosperidad, es decir, las iniciales se le dieron a una persona demasiado codiciosa. caracterizan el carácter, los hábitos o el comportamiento de su dueño. Los griegos favorecieron el sentido del humor y el enfoque creativo de sus antepasados..
Es difícil para un extraño determinar el significado de las iniciales genéricas, pero los miembros de la familia están familiarizados con el linaje afín.
Algunos apellidos determinados por la ocupación, que en ese momento era extremadamente importante para el censo.
Debido a la gran cantidad de personas en Grecia, era difícil encontrar las iniciales familiares originales, por lo que a los griegos se les asignaron apellidos similares en significado a su trabajo, pasatiempos y pasatiempos. Por ejemplo, Psaras es un pescador, Gunaras es un abrigo de piel, Galatas es un lechero, Ifandix es un tejedor. Muy pronto, tales nombres encontraron su distribución entre las masas..
En cuanto a las terminaciones, los nombres femeninos provienen de los nombres masculinos, pero al final terminan con «A, U». Por ejemplo, si él Zarobalas, entonces ella responderá con la pronunciación de Zarobalas. No se recomienda que el apellido se incline por caso, de lo contrario es un signo de analfabetismo humano.
Las iniciales de las mujeres suenan como en el caso genitivo: no puede haber otras opciones.
Los apellidos de la antigua Grecia a menudo se encuentran entre los habitantes de Rusia, por lo tanto, es útil saber cómo suenan sus hermosas pronunciaciones.
En Rusia continental, vive un gran número de griegos, viven en otros países del mundo. Los apellidos griegos hermosos seguirán sonando en todas las industrias, agricultura, turismo, etc.
Esta nación también se menciona en Hellas, donde los griegos se asociaron con defensores intrépidos.
Los apellidos modernos difieren de los originales en la isla de Creta, sin embargo, la presencia de las letras «A» o «U» en las terminaciones deja en claro que hay griegos en el árbol genealógico. Es hora de preguntarle a la madre o al padre, y luego dibujar un árbol genealógico.
Para la mujer tales iniciales griegas antiguas están saturadas de feminidad y gracia, y su dueño quiere ser abordado una y otra vez.
Después del nacimiento de un hijo, una mujer puede distribuirlos, pero solo si no está casada con un hombre. De lo contrario, el hijo llevará el nombre de su padre. A continuación se encuentran los apellidos griegos para niñas. La lista completa propuesta traerá a la conciencia una cierta publicidad en términos de ortografía de las iniciales femeninas.
PUBLICADO POR: Ivy Documette
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